“Desde los primeros momentos de nuestra vida, el estrés da forma a nuestro cerebro,
de manera que podamos recordar las experiencias más importantes para nuestra supervivencia
– Cozolino, 2002 pag 285
La respuesta de “lucha o huida”, como hemos visto, es una de nuestras principales conductas adaptativas.2 Explicábamos que es resultado de una excesiva activación del sistema nervioso autónomo simpático como consecuencia de la aparición de un estímulo que percibimos como una amenaza y que en consecuencia nos genera angustia.3
Nuestro “sistema de alarma” ha sido una importante herramienta para la supervivencia a través de la evolución y conserva muchas de las características que eran necesarias en la vida primitiva. Posibilita precisamente luchar si el peligro está a la altura de nuestras fuerzas o huir, si éste nos rebasa.4 Por eso se acompaña de cambios corporales tales como: agudización de los sentidos, estimulación de la actividad motriz y cardiaca, sudoración, aumento de la presión arterial y de la frecuencia respiratoria, etc. permitiendo la respuesta ante una situación de peligro físico, como pudiera ser una catástrofe o preparándonos para enfrentar a un enemigo. 5,6
Pero no siempre llegamos hasta el punto de luchar o escapar.6,7 Digamos que existe un continuum que nos permite la activación necesaria para responder a los retos de la vida cotidiana. 8
En el primer tramo de este continoum se genera el alerta, en el siguiente tramo el estrés adaptativo (respuesta ante cualquier desequilibrio), posteriormente el estrés excesivo o crónico, siguiéndole la angustia, las crisis de pánico o la ira irrefrenable y finalmente la desconexión o colapso disociativo cuando la respuesta simpática es insuficiente y da paso a la activación del sistema parasimpático dorsal, como veíamos en anteriores capítulos.9
Si lo que se activa es la respuesta de lucha, al salirse de control, lo que se presentará es una conducta de ataque, acompañada por esta respuesta impulsiva de ira. 10
Equiparemos estas dos respuestas : ataque y angustia como las expresiones conductuales de la lucha o huída correspondientemente. Para efectos de neurotransmisores funcionan de manera semejante, aumentando la secreción de adrenalina, dopamina y cortisol, al lado de otros neurotransmisores y hormonas, como la testosterona y vasopresina en el caso de respuesta de ataque.10
Si la amenaza perdura, el cortisol permite sostener la respuesta de activación, entre otras respuestas, porque aumenta la disponibilidad de glucosa en la sangre para obtener energía, ya sea para atacar o para correr en sentido contrario.8
De esta manera la respuesta simpática permite enfrentar un reto, pero recordemos que el continoum no empieza en esta activación extrema, existen niveles previos que son de importante beneficio para enfrentar la vida cotidiana. En un primer tramo de este continoum, como decíamos arriba, están el alertamiento y la respuesta al estrés adaptativo, función que se posibilita gracias a la secreción adrenérgica equilibrada y funcional. Sin esta poderosa molécula y sin el cortisol, que sostiene el esfuerzo prolongado para lograr cumplir un reto, no podríamos sobrevivir.8
Es precisamente gracias al trabajo que permite la respuesta de alerta, que podemos aprender conductas y respuestas nuevas.11 Una de las moléculas que participa activamente en esta respuesta es precisamente la dopamina. Como veíamos en capítulos anteriores, la dopamina es una molécula que favorece el alertamiento y permite el aprendizaje y está involucrada de manera central en la motivación y la dirección de la conducta.11,12
La adrenalina, la noradrenalina y la dopamina conforman a la familia de las catecolaminas, que son neurohormonas básicas para que nuestro organismo pueda responder al estrés, activándose de manera que pueda responder al reto que le impone la realidad. De esta manera el estrés es parte de estar vivo, por la continua adaptación que supone esta tarea de existir.8 Así el sistema que permite el alertamiento necesario para el aprendizaje es el mismo que genera la angustia y el enojo cuando la activación simpática es excesiva o hay una desregulación de la misma.13
Digamos entonces que tanto la angustia, como el enojo, constituyen respuestas a situaciones estresantes que nos desbordan.
Hoy en día, debido a las demandas excesivas de un mundo en constante cambio, con el consecuente aumento desmedido del estrés, se ha caído en la falsa creencia de que el estrés constituye, en sí mismo, un problema. El problema no está en la presencia del estrés, sino en el grado, el momento del desarrollo en que se presenta y la duración del mismo.
De esta manera, el estrés está muy lejos de ser indeseable y se constituye en un problema, solamente, cuando se sale de los parámetros saludables.
Esperar un mundo sin estrés sería tan fantasioso como querer un logro sin el esfuerzo que el mismo requiere. El enfrentamiento y resolución del estrés es lo que nos permite desarrollarnos y crecer. Cuando este estrés se presenta, en la medida y duración adecuadas, nos fortalece y nos permite desarrollar funciones, hacer cambios para adaptarnos a nuevas situaciones, crecer y evolucionar. 1,14
El estrés se refiere a cualquier pérdida de la homeostasis. Este estrés puede ser físico, como la sed, o emocional, como la presión que nos ayuda a terminar un proyecto que hay que entregar. El problema reside en la intensidad de la respuesta, su cronificación o el período de desarrollo en que este estrés aparece, como señalábamos anteriormente.9
Cada etapa de la vida cuenta con capacidades específicas para manejar determinado tipo de retos. Un pequeño de 1 año y meses está preparado para enfrentar el estrés de aprender a caminar, pero no lo está para medir los peligros probables que acompañan a esta función adquirida, de ahí la importancia de contar con un yo auxiliar que lo haga sentir a salvo en esta ejercitación. Si este yo auxiliar no existe, el estrés excesivo distorsionará el proceso de separación e individuación, parte esencial de su desarrollo emocional.15
Como veremos en siguientes capítulos, existe un nivel de estrés óptimo que permite el desarrollo de capacidades adaptativas muy importantes, tales como la tolerancia a la frustración. La tolerancia a los desequilibrios cotidianos es muy importante para el desarrollo y el fortalecimiento de nuestra resiliencia ante las dificultades propias de la vida.16
La importancia de este sistema de activación es crucial. Sin adrenalina, sin cortisol, moríamos rápidamente. Incluso la respuesta de “lucha o huida” se convierte en una herramienta adecuada si, tras su activación, se regresa a la regulación autonómica.4
Para poder entender la respuesta de alarma, y su desregulación, empezaremos por entender primeramente los sistemas neuroendocrinos implicados y las moléculas principales involucradas, para más adelante entender su disfunción y las patologías que se desarrollan a partir de la misma.
Como señalábamos anteriormente, la función de la respuesta de alarma tiene que ver con la posibilidad de responder a una amenaza vital. Por eso requiere de toda la movilización energética que podamos conseguir.
Sapolsky en su brillante libro: “¿Por qué las cebras no tienen úlceras?”. (Why zebras don´t get ulcers) nos ayuda a entender la propensión que existe, en nosostros los humanos, para caer en la desregulación de la respuesta de angustia. Pone como ejemplo a las cebras, quienes solo tienen que angustiarse ante la presencia del depredador y no enfrentan las angustias cotidianas con las que tenemos que vérnoslas los humanos, desde el pago de la renta, hasta las presiones sociales.7
La activación continua y constante del sistema de alarma es uno de los precipitantes de su desregulación, junto con la disfunción de la química corporal que la acompaña. Y esta desregulación neuroendocrina sucede, apareada a la hiperactivación de la angustia, debido a que la base esencial del sistema de alarma está enraizada en nuestro funcionamiento corporal, precisamente para poder responder a una amenaza vital. Por eso la respuesta de angustia resulta tan intensa y desgastante.
La respuesta de angustía se encuentra fuera de nuestra ventana de activación óptima, es una hiperactivación simpática y requiere de un trabajo de recuperación de la homeostasis para regresar a la misma.17
Si esta respuesta, útil a nivel temporal para huir de un depredador, se activa continuamente, sin dar lugar a la recuperación y a una estabilidad prolongada, generará padecimientos importantes, como las ulceras, las crisis de pánico, los trastornos obsesivos y un sinúmero de problemas relacionados con la desregulación de la ansiedad.
Estos padecimientos se generan, ya sea por la activación excesiva del sistema de alarma como sucede en los diversos trastornos de ansiedad, o por el desgaste secundario a esta activación, como en algunos tipos de depresión, convirtiéndose, en algunos de los casos, en absolutamente incapacitantes y tremendamente dolorosos.
La respuesta de angustia, si bien es heredada, también es moldeada por el aprendizaje.18
Es cierto que no requiere del aprendizaje para activarse de manera natural, sin embargo, es afectada por la experiencia y puede ser tremendamente deformada por experiencias no favorables. Un ratón no tiene que aprender a temer a un gato, aunque haya crecido en un laboratorio, su solo “olor” inhibirá su respuesta de búsqueda y exploración, pero si crece en un ambiente lleno de estresores, disminuirá de manera definitiva su conducta exploratoria, aun fuera de peligro real.18
La hiperactivación temprana de la respuesta de estrés excesivo durante la primera infancia es especialmente desfavorable en este sentido y puede cronificar esta respuesta de angustia.19 Este tema será abordado en siguientes capítulos, especialmente cuando hablemos del pánico al abandono.20
La amígdala cerebral juega un papel central, tanto para la respuesta innata de angustia, como para el aprendizaje de nuevos estímulos amanezantes. 21
La amígdala está conectada con múltiples estructuras cerebrales, así que recibe tanto información proveniente del tallo cerebral, ascendiendo desde el cuerpo, como también tiene importantes conexiones provenientes de la corteza cerebral, es decir, desde nuestras funciones superiores, como el pensamiento. Además está directamente conectada con el hipotálamo, especialmente con su región central, centro neuroendocrino y que activa precisamente el eje Hipotálamo-Pituitario-Adrenal, uno de los principales sistemas implicados en la respuesta de estrés.22,23
Reconocemos algunos peligros de manera innata como por ejemplo la presencia de un depredador, mientras que otros son aprendidos como la respuesta ante un arma de fuego. La experiencia nos ha enseñado a identificar como peligrosos algunos objetos o situaciones. En ambas respuestas, la amigdala juega un papel central.22
Permitanme subrayar que la amigdala cerebral es una estructura esencial para el aprendizaje emocional y que juega un papel decisivo en la activación global emocional, precisamente por su conectividad.
Como señalábamos anteriormente, se conecta con estructuras subcorticales como el hipotálamo (centro neuroendócrino), tálamo (relevo de información sensorial), el tallo cerebral (sustancia gris periacueductal) y la corteza prefrontal (lugar de toma de decisiones).24
A pesar de que la respuesta puede ser innata o adquirida, los mecanismos siempre tendrán que ver con reacciones corporales autónomas inconscientes y automáticas.25
Respuesta de angustia.
En la Neurobiología del estrés Duval nos explica que existen tres fases por las que atravesamos para analizar el estímulo estresor y responder en consecuencia al mismo:
- Filtro de información por el tálamo (estructura subcortical donde llega la información sensorial antes de alcanzar la corteza) para la identificación de un probable peligro.
- Activación de la corteza prefrontal (parte de la corteza que toma las decisiones, encargada de la atención y de la memoria a corto plazo), junto con la activación del sistema límbico para un análisis comparativo entre la situación presente y aquéllas registradas de experiencias previas.
- Activación de la amígdala (que guarda la memoria emocional) e hipocampo (memoria explícita). Conexión con el eje hipotálamo-hipofisiario-adrenal, así como la Formación Reticular y Locus Cerúleospermitiendo la respuesta adrenérgica inicial para la activación de nuestro organismo y posteriormente la de cortisol si requerimos mantener esta respuesta de manera más prolongada.9
La inclusión de la corteza prefrontal permite la toma de decisiones para el enfrentamiento de este peligro, mientras que la inclusión de los ganglios basales permite la integración y la respuesta automática de nuestra memoria emocional.26,27
Para la respuesta neuroendocrina de angustia el eje que se activa es el denominado Eje Hipotálamo -Pituitario – Adrenal o HPA y está constituido por una cadena de respuestas.
Tratemos de explicarlo brevemente:
La respuesta se inicia en el hipotálamo a través de la secreción de la Hormona Corticotrófica (Corticotropin Releaising Hormone o CRH) que activa a receptores en la hipófisis (o pituitaria).
Esta glándula pituitaria a su vez secreta la Hormona Adenocorticotrópica (Adrenocorticotrophin Releasing Hormone o ACTH), misma que estimula a las glándulas suprarrenales en sus regiones corticales y medulares para la secreción de adrenalina, cortisol y andrógenos.
Eje hipotálamo-hipofiiario(pituitario) -adrenal. Imagen tomada de: https://www.facebook.com/AbiertaMente2020/photos/a.126231355846606/285136556622751/?type=3
Si esta respuesta se limita en tiempo y se resuelve la urgencia, este eje, a través de retroalimentación negativa, es decir, detectando que hay una cantidad importante de cortisol en la sangre, regresa a su equilibrio, disminuyendo la secreción desde el hipotálamo.
Relacionemos esta respuesta neuroendócrina con las etapas del estrés:
- Alerta: el hipotálamo secreta CRH, que a su vez estimula la secreción de ACTH por la hipófisis o pituitaria, misma que estimula a las suprarrenales, en la parte medular de las mismas para la secreción de adrenalina. Esta adrenalina suministra la energía necesaria para responder a una URGENCIA: aumento de la frecuencia cardiaca, vasodilatación, alerta. La adrenalina se secreta en el cerebro (noradrenalina) y en la médula de las glándulas suprarrenales (adrenalina).
- Defensa: Cuando el estrés se prolonga requiere que se pueda mantener esta respuesta de alerta, entonces requerimos a los glucocorticoides. Los corticoides aumentan la glucosa en sangre y la glucosa proporciona energía al convertirse en ATP (Adenosín trifosfato). Este cortisol se secreta una región de la corteza de las glándulas suprarrenales: la zona fasciculada. Así, la adrenalina suministra la energía de urgencia y el cortisol asegura la renovación de reservas.
- Agotamiento: se acompaña de una alteración hormonal crónica que genera distintos tipos de consecuencias que analizaremos en siguientes capítulos. Por ahora baste señalar que si la respuesta de estrés se cronifica, el desgaste generará el agotamiento de recursos con importantes consecuencias funcionales9
Imagen tomada de Instagram: Medicoblastos.
Digamos así que la activación del sistema de alerta es muy importante para nuestra supervivencia y que esta activación se encuentra dentro de un continuum, que en sus primeras fases permite el aprendizaje y la memoria.11 Este estrés es deseable porque favorece la adaptación a nuevos retos. Pero sólo si permanece dentro de parámetros procesables.8
De esta manera el estrés, como decíamos al inicio, conforma nuestro cerebro y permite el desarrollo. Un estrés óptimo, aquel que entra dentro de nuestra ventana de activación o que permite que regresemos a esta ventana de manera constante, nos lleva a ampliar esta ventana, a aprender nuevas cosas, a conectarnos con nuevas personas y de diversas maneras, venciendo nuevos retos y favoreciendo nuestro aprendizaje.28
La respuesta de lucha
La respuesta de lucha supone la activación de la agresión. Una de las emociones básicas que señalábamos no requieren de aprendizaje.13
Numerosas investigaciones relacionadas con la agresión han señalado la importancia de las catecolaminas en la respuesta de ataque: noradrenalina, adrenalina y dopamina. También se han vinculado algunas hormonas como la testosterona y la vasopresina, además de otras citoquinas.29
En el siguiente capítulo entraremos a la comprensión de algunos de los mecanismos básicos de la agresión y su importancia, así como el peligro de su desregulación. Veremos que, si bien es una respuesta primaria necesaria para la supervivencia, y que permite una adaptación adecuada a través de conductas como son la capacidad para defendernos, para poner límites sanos y para ser determinantes en nuestras convicciones, si se desregula puede convertirse en un arma tremendamente destructiva.
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