“Las emociones primitivas, aquéllas con las que nacemos, son un regalo de milenios de evolución.
Saber escucharlas, descifrarlas y utilizarlas adecuadamente, requiere de una experiencia suficientemente
buena de cuidado y protección cuando somos muy pequeños.”
-margriet boom
En términos generales, podemos decir que, si bien es cierto que existen emociones agradables y desagradables, y que esto pudiera conceptualizarse como positivas y negativas, todas las emociones básicas (heredadas) son útiles y necesarias para la supervivencia, y desde esta perspectiva todas son positivas.1 Recordemos nuestro tan visitado esquema de Panksepp, en donde hemos estudiado que las emociones básicas, las que se originan en tallo cerebral, no requieren de aprendizaje para su expresión, porque permiten la supervivencia de la especie.2
Tomada de Panksepp y Biven, The Archeology of Mind. Las emociones básicas no aprendidas son las que se encuentran en la base del esquema (Seeking-Curiosidad, Lust,- Deseo Sexual, Care-Cuidado, Rage-Agresión, Fear- Angustia, Panic-Pánico, Play-Juego)2
La angustia, el pánico y la agresión, si bien no son las emociones que nos gusta experimentar, son algunas de las emociones básicas necesarias para nuestra supervivencia.3
Para poder tolerar y utilizar estas emociones básicas, sobre todo aquellas que no son agradables, requerimos haber aprendido a regular nuestro sistema nervioso autónomo y a poder recuperarnos después del desequilibrio que pudieran generar.4
Como veíamos en el capituló anterior, el poder autorregularnos depende haber tenido una buena experiencia de corregulación5 cuando éramos muy pequeños y esta experiencia depende de varios factores, pero principalmente de dos:
- haber contado con una buena experiencia de cuidado, 6
- poseer una madurez neurofuncional suficientemente buena al nacer que permita recuperar el equilibrio relativamente rápido.7
La buena autorregulación no supone el hecho de no experimentar desequilibrios, sino la experiencia repetida de recuperación5 y la duración no muy prolongada de los estados de desequilibrio. 8 Cuando no tenemos esta experiencia, y no aprendemos a regular nuestro sistema nervioso autónomo, no logramos regresar al equilibrio, aún cuando la transgresión que generó el enojo, o la señal de peligro que produjo la angustia, ya han desaparecido.9
A pesar de que ya no haya peligro, ni ataque, no puede reestablecerse el contacto y seguimos en modo de defensa o disociación, en los casos más graves.10
La sensación de recuperación, y la posibilidad de reestablecer la sensación de bienestar, se dan cuando la energía que fue necesaria para la defensa cumplió su cometido, y se permite el regreso a la ventana óptima de regulación, donde el contacto y el aprendizaje son posibles.11 De esta manera, las emociones básicas (las no aprendidas) son siempre útiles si se activan en el momento indicado y con la duración e intensidad necesarias.
Un sistema nervioso autónomo crónicamente desregulado, ya no puede utilizar de manera adecuada las emociones básicas.12 Incluso estas emociones básicas se vuelven problemáticas, cuando se exageran o rigidizan. Hasta el cuidado excesivo puede ser problemático por llevar a la sobreprotección y a la falta de independencia.11 Las emociones básicas dejan de cumplir su función cuando su duración o intensidad se deforman y permanecemos enojados más allá de lo necesario para poner un límite o nos quedamos ansiosos mucho tiempo después de que el peligro ya ha pasado.
La desregulación autonómica que se genera a partir de un evento traumático, o de un período prolongado de falta de respuesta del medio, no tiene que ser la misma para todos.13 Esta desregulación depende de nuestra capacidad de recuperación.7 Si somos sobrepasados por el evento y no logramos recuperar el equilibrio y sobre todo, si no nos sentimos acompañados en el proceso, ni validados y entendidos, el evento cobra características de trauma, porque no pudo ser “digerido” por el sistema.5
Estamos diseñados para vivir en grupo. El contacto es una necesidad vital para los mamíferos y especialmente para los humanos.14 La inmadurez funcional con la que llegamos al mundo limita nuestra autonomía. Estar solos equivale a morir. El contacto es literalmente vital para sobrevivir y sigue siéndolo durante toda nuestra existencia para nuestra salud mental.15 Para lograr la corregulación hablábamos de la importancia de la sincronización.3
Por eso las madres mecemos a los bebés, los seres humanos disfrutamos bailar con nuestra pareja o nos sentimos profundamente entendidos cuando alguien responde amorosamente a nuestro acercamiento.
La sincronización tiene muchas formas: es esa risa que escucho cuando he contado un chiste, la caricia cuando estoy desconsolado, el abrazo que me sostiene cuando me siento frágil, la mano que me ayuda a cargar algo pesado, o simplemente ese contacto visual que me dice “te entiendo”.15
Esta sincronización lleva al contacto y progresivamente a la mentalización y a emociones tan evolucionadas como la empatía, la generosidad, el amor y la compasión.16
Esta sincronización inevitablemente se pierde por momentos: por ejemplo, ante un enojo con un ser querido o cuando un bebé se siente desbordado al dejar de ver a su madre en una situación extraña (angustia de separación).17
Esta angustia, o este enojo, generarán una desregulación, provocada ya sea por el pánico a la pérdida del cuidador o por la sensación de traición del amigo.18
Si bien hay una recuperación ante la reunión con la madre o ante la resolución del conflicto con la persona implicada, se vive diferente si el cuidador o el amigo, pueden o no, reconocer la desregulación sufrida por su ser querido, la validan y hacen algo al respecto para reparar ese dolor.19,20
De esta manera un elemento básico para recuperar la calma y sobre todo, la capacidad de contacto, es el reconocimiento de esta desincronización y la comprensión de lo difícil que pudo haber sido la experiencia.21
Es inevitable que existan fallas en la crianza, por mucho que queramos a nuestros hijos. Estas fallas pueden aumentar la ventana de tolerancia, si saben manejarse adecuadamente,11 si se toma responsabilidad de lo sucedido y si se trata de reparar el daño, mismo que no debe ser intenso, ni prolongado. 22 El contacto se pierde, y la experiencia de conexión se va lastimando profundamente, cuando no se valida el esfuerzo y el dolor experimentado.23
Esta es precisamente la magiade la corregulación: si podemos sincronizarnos con otro ser humano (sistema autónomo) que nos preste su contención y que, además, pueda reconocer cuando pierde su sincronización con nuestro sistema, para ocuparse en reparar el contacto, entonces nos sentimos acompañados y reconocidos, a pesar de las fallas de quienes nos acompañan.16
Si no hemos experimentado este acompañamiento, entraremos en pánico, lucha – huida, o en disociación cuando queramos procesar estas emociones, mismas que nos sacan de nuestro equilibrio.24 Y esto es precisamente lo que debe brindar el espacio terapéutico. Un acompañamiento pausado, compasivo y paciente para poder entrar en esos terrenos escarpados y difíciles de nuestras emociones desreguladas.5,25
Este acompañamiento debe posibilitar la sensación de encontrarnos a salvo y temporalmente sostenidos, a pesar del miedo que podamos experimentar durante la experiencia, porque hay alguien cuidando que esta desregulación no se intensifique o prolongue más allá de donde podemos encontrar el camino de regreso.5,26
Freud, hace ya más de un siglo, nos habló sobre el principio de placer. Tenderemos a evitar el dolor emocional, sea real o fantaseado, a través de nuestras escurridizas resistencias.27,28
Esto puede generar que tratando de evitar “el dolor” utilicemos un mecanismo de defensa, como la negación, que puede complicar más las cosas a futuro, como una bola de nieve que va creciendo en su camino. Si tememos a tal grado la aparición de estas emociones primitivas y elegimos evitarlas, nunca llegaremos a su elaboración, ni a poder reeditar nuestra experiencia de contacto.29 Para su elaboración es necesario trabajarlas en el idioma primitivo que estas emociones pueden entender, que como veíamos en capítulos anteriores, es absolutamente preverbal.30
Será difícil decidirnos a entrar en este proceso, sin un acompañamiento cercano, compasivo y respetuoso que nos permita corregularnos durante este trance y en cuya relación se vaya conformando un yo observador compasivo, aportación maravillosa de la Terapia Focalizada en la Compasión y que abordaremos más adelante.25,26
Solo en el contacto puede darse el aprendizaje, el aprendizaje es imposible en la defensa. Sólo desde el contacto y la sensación de estar a salvo se puede generar un cambio.5
Si las emociones heredadas pueden intensificarse y rigidizarse en función de la experiencia, no se diga las emociones aprendidas que pueden superponerse haciendo más complejo este proceso. 14 Emociones como la vergüenza y la culpa dificultan mucho el camino, pero también deben ser trabajadas para reescribir los circuitos neuronales en las que se encuentran inscritas.30 El lenguaje de las emociones aprendidas primitivas también es preverbal, como el de las heredadas, junto con ellas forman parte de nuestro sistema inconsciente, registrado en circuitos subcorticales, éstas últimas en ganglios basales , por eso tampoco obedecen a la lógica. Para trabajar estas sensaciones tan corporales, necesitamos sentirnos a salvo.31
Al trabajar estas emociones surgen frecuentemente sensaciones que pueden generar mucha angustia y que nos hacen dirigirnos en el sentido opuesto.Es como el dolor que se experimenta al limpiar una herida. No es agradable, pero si se deja sin debridar generará un absceso y una infección más problemáticas, así que es necesario hacerlo, cuidadosamente.
Regresando a nuestra pregunta inicial. ¿Existen emociones positivas y negativas?, podemos responder:
No todas las emociones son positivas. Existen emociones aprendidas como vergüenza o culpa, que ocupan el lugar de la confianza y que son emociones que no solo no ayudan, sino que entorpecen nuestra adaptación de manera importante. Las emociones básicas, heredadas, si bien son útiles en su totalidad, pueden haberse rigidizado por nuestra experiencia. En este caso habría que desentrañar el proceso y llegar hasta la raíz funcional de estas emociones para rescatar su riqueza.
Lo que siempre será positivo es el trabajo emocional de todos estos constructos, por mucho que “el principio de placer” nos enfile hacia la resistencia.
En este sentido, permitir cualquier emoción, para su trabajo terapéutico siempre es positivo, dentro de un ambiente profesional de contención y cuidado.
Atravesar y elaborar estas emociones nos permitirá relacionarnos cada día mejor con nuestra realidad y con quienes compartimos la maravillosa experiencia de estar vivos.
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