“Tu abrazo puede ayudarme a reencontrar la calma cuando siento que todo se fragmenta”
–margriet boom
No todos tenemos la misma tolerancia al estrés, ni nuestro sistema nervioso responde igual a los estímulos que nos impactan. La desregulación que sufrimos es diferente, lo mismo que nuestra capacidad de recuperación. 1 La vida implica una continua adaptación a los cambios que se presentan de manera constante. Estos estímulos pueden ser internos (aquéllos que provienen de nuestro cuerpo y su estado físico o mental) o externos (los que se generan en el medio que nos rodea, tanto material como social).2
El Sistema Nervioso Autónomo es el encargado de hacer, de manera inmediata y automática, “los ajustes” necesarios para responder a estas demandas adaptativas: cambios en nuestro ritmo cardiaco, presión arterial, estado de alerta, etc. para poder hacer frente a la situación que se presenta en cada momento.3
De acuerdo con Porges, estudioso de nuestro sistema nervioso autónomo y creador de la Teoría Polivagal, existen tres principios que regulan nuestro nivel de activación autonómica:4
1.-Neurocepción: No necesitamos estar conscientes y alertas para que nuestro sistema nervioso autónomo cumpla su función adaptativa. Este sistema busca nuestra supervivencia y bienestar identificando estados de desequilibrio y generando una reacción automática. 4 El sistema nervioso autónomo está conectado con el hipotálamo, centro neuroendocrino de nuestro organismo.5 A través de la secreción de noradrenalina y acetilcolina nos permite, ya sea activarnos, si necesitamos huir, o aumentar nuestra capacidad anabólica (reparadora) si estamos en proceso digestivo, o bajar nuestro rimo cardiaco si estamos en una situación de contacto.6
La neurocepción se adelanta al pensamiento para identificar nuestras necesidades y encontrar recursos para resolverlas de manera inmediata, sin que sea necesario que medie la consciencia. Percibe peligros y genera una respuesta de “lucha o huida” para prepararnos ya sea a enfrentanos o a huir si consideramos que el peligro nos rebasa.
Puede paralizarnos ante lo que identificamos como una amenaza inevitable y ante la que nos sentimos impotentes. O bien nos permite el contacto, el juego y la conexión en una situación de seguridad, en la que nos sentimos a salvo.4 Esto nos lleva a explicar otro de los principios de la Teoría Polivagal: la activación jerárquica del sistema nervioso autónomo.
2.-Jerarquía Autonómica:
El sistema nervioso autónomo está integrado a su vez por dos sistemas:
- El sistema simpático: En términos muy generales es el que promueve la activación. Corresponde a la descarga adrenérgica que activa nuestro cuerpo y que se conecta directamente con el eje hipotálamo-hipofisiario-adrenal que veremos cuando trabajemos en torno a la respuesta de estrés en los siguientes capítulos. Aumenta nuestro ritmo cardiaco, nuestra frecuencia respiratoria y nuestra presión arterial. Nos prepara para la respuesta de “lucha o huida”. Nos pone alertas. Favorece la secreción de catecolaminas y de todas las hormonas del estrés para responder a la demanda adaptativa que supone resolver un peligro. Nos activa para ser capaces de enfrentarlo, ya sea huyendo o peleando. Pone en marcha emociones como la agresión y la angustia, pero también tiene una participación muy importante en la motivación, la curiosidad y el juego, cuando se encuentra regulado con el parasimpático ventral.3
- El sistema parasimpático: Por el otro lado, es aquel que baja nuestro nivel de activación. Dentro de este sistema parasimpático existen dos subsistemas que llevan a dos lugares muy diferentes de activación, si bien ambos la regulan a la baja. Mientras uno lleva al contacto y nos permite procesos anabólicos como la digestión y el descanso, que permiten nuestra recuperación7, otra de sus respuestas es la paralización y el colapso disociativo.
Para la activación de este sistema la participación del nervio craneal denominado Nervio Vago es esencial, de ahí el nombre de Teoría Polivagal.8
Este nervio Vago, a su vez, tiene dos ramas: la dorsal (trasera, por el dorso) y la ventral (por delante) que evolutivamente aparecieron con muchos millones de años de diferencia y que implican dos respuestas autonómicas muy distintas. 9 La primera apareció desde los reptiles, mientras que la segunda no hizo su aparición sino hasta que los mamíferos poblaron nuestro planeta.4
- La rama Vagal Dorsal que, como decíamos, es la más primitiva, tiene que ver con la respuesta de congelamiento (“freeze”). Esta es una respuesta que se activa ante una amenaza de muerte inminente. Tiene que ver con la paralización masiva que “finge” la muerte.
Es una defensa muy común en algunos animales como la zarigüeya que la utiliza para no ser devorada cuando ya no hay posibilidad de “ningún escape”. Muchos depredadores eligen a su presa en movimiento para de esta manera asegurar que no se encuentra en estado de descomposición, de ahí su utilidad en el mundo salvaje.3
Figura 1: Zarigüeya fingiendo su muerte como mecanismo de defensa ante el depredador. Imagen tomada de Pinterest.
Si bien nosotros no vivimos en la jungla, ni nos sirve de nada “congelarnos ante un examen”, esta respuesta sigue apareciendo cuando nos sentimos absolutamente sobrepasados por la demanda adaptativa e impotentes ante la misma.
No es una respuesta muy funcional en la actualidad, pero sigue existiendo y nos habla de que quien la presenta se encuentra en un estado de agotamiento de sus recursos emocionales, por lo menos en ese momento y en un estado de colapso emocional. 9
- La rama Vagal Ventral es la más avanzada, evolutivamente hablando y tiene que ver con el contacto. Buscamos el contacto cuando nos sentimos a salvo. Cuando no enfrentamos una amenaza y podemos dirigir nuestra energía al aprendizaje, al juego, al intercambio romántico, a la amistad…al disfrute de la vida.7Aparece por la necesidad que tiene el mamífero de generar un vínculo seguro en donde puede utilizar la regulación vital de otro ser humano encargado de la crianza.4
Se activa con el contacto visual, con la ritmicidad del movimiento, con la música armónica y suave, con la sonrisa apacible, con un gesto amoroso, con el contacto de un abrazo reconfortante y en general con los estímulos que nos hacen sentir en un ambiente seguro y protegido o en la cercanía de un cuidado amoroso.7 Esta rama cuando se activa permite el surgimiento de emociones muy evolucionadas como la empatía, la compasión, el amor, la confianza, etc. 10
Figura 2: Ventana de activación óptima. La regulación se da en la integración funcional del sistema simpático y parasimpático. Cuando se sobrepasa el umbral de activación y se percibe una amenaza. Se activa inicialmente el sistema de lucha o huida, si la amenaza persiste o se vive como inevitable se cae en un colapso disociativo. La línea morada expresa la actividad de un sistema parasimpático y simpáticos regulados. La línea roja plantea un estado de sobrecarga que rebasa el umbral, primero hacia arriba entrando en la respuesta simpática desregulada para caer en la paralización parasimpática dorsal. Imagen desarrollada y adaptada a partir del texto de Pat Ogden.1
El buen funcionamiento de sistema nervioso autónomo supone la integración de los sistemas parasimpático y simpático, en donde las desregulaciones pueden regresar al equilibrio, sin salir de una ventana de activación óptima. 1 En algunos momentos, como en una competencia, el sistema simpático tomará la delantera, pero el parasimpático nos permitirá guardar la calma suficiente para que nuestro desempeño sea estratégico.11 En otros momentos el sistema parasimpático de contacto prevalecerá para permitir, por ejemplo, una conversación amistosa, cercana e íntima, en donde prevalece la confianza y la empatía y el simpático sostendrá la motivación y el estado de alerta modulado por la prevalencia del sistema parasimpático ventral.4 El sistema más evolucionado es precisamente el de contacto, porque se basa en la suposición de que estamos a salvo y permite desarrollar interacciones satisfactorias y que responden a necesidades más complejas, como nuestro bienestar emocional.7
Figura 3.- El sistema de contacto apareció con los mamíferos, quienes necesitan de la presencia de un cuidador durante la crianza. Aparece cuando nos sentimos a salvo y permite la expresión de las emociones más evolucionadas. Imágenes tomadas de Pinterest
Cuando sentimos una amenaza este sistema de contacto se perderá para dar lugar a la activación adrenérgica de alerta ante el peligro. Si esta activación amenazante continua nos llevará a finalmente disociarnos, paralizarnos o desconectarnos, es decir, a la respuesta parasimpática dorsal.4 De esta manera hay una jerarquía de activación principal de cada uno de estos sistemas que sigue el siguiente orden:
- Si nos encontramos a salvo podemos estar en contacto.
- Ante la presencia del peligro se activa la respuesta simpática de “lucha o huida”
- Se puede llegar hasta el último escalón frente una amenaza masiva y ante la que nos percibimos impotentes, sea real o fantaseada y caer hasta el último nivel de activación: “el congelamiento” (freeze), colapso disociativo o paralización.
Figura 4: Tres niveles de activación jerárquica del sistema nervioso autónomo: primer nivel o de contacto:
rama parasimpática ventral; segundo nivel de activación o respuesta simpática adrenérgica
de lucha o huida, tercer nivel o parasimpático dorsal: paralización o disociación.4
3.- Co-regulación:
El tercer principio de la Teoría Polivagal plantea la posibilidad de influir y ser influidos por el estado autonómico de otra persona. Es decir, el estado de regulación autonómica “se contagia” o puede ser co-rregulado. Esto es precisamente lo que permite a una madre calmar a su bebé: lo arrulla, le canta, hace contacto visual, resuelve su necesidad.9
En este reverie materno, que plantea Bion, la madre o cuidador absorbe la descarga, responde a la misma y permite una regulación del estado de necesidad.12
Aprendemos así, desde muy temprano, a identificar las señales que existen en una relación segura como son la expresión facial, la mirada, el tono de voz, la iluminación, los olores, el movimiento suave… y nos calmamos.7 Aprendemos desde la capacidad reguladora de otro sistema nervioso, que se encuentra en equilibrio, a más adelante poder regularnos nosotros mismos3… o podemos “contagiarnos” del estado de desajuste y aumentar nuestro desequilibrio.11
Todos hemos experimentado el efecto que puede causarnos estar junto a una persona que se encuentra en un estado de desregulación durante un período más menos prolongado, ya sea este de enojo o angustia, altera nuestra propia regulación. O al contrario, sentir la paz que algunas personas son capaces de transmitir a través de su interacción cotidiana. La capacidad para autorregularnos proviene de experiencias muy tempranas pues somos más vulnerables cuanto más dependientes, pero puede ser modificada si tomamos conciencia de ella.13
Existen ejercicios que pueden ayudarnos a desarrollar esta capacidad.4,7 No sólo el estado de indefensión opera en esta capacidad de autorregulación, sino la madurez del sistema nervioso en el momento del nacimiento.14 No todos tenemos al nacer la misma ventana de tolerancia al estrés y ésta irá ampliándose o reduciéndose de acuerdo con nuestras experiencias.3 Podemos ampliarla entrando en situaciones que alcancen nuestros límites, sin desregularnos. Es decir, el estrés no es un enemigo si no nos sobrepasa o desregula de manera prolongada.
Si los sobrepasamos alcanzando cualquiera de los estados de lucha o huida o de disociación, no seremos capaces de razonar, reflexionar o aprender… porque estamos luchando por “nuestra supervivencia” y la experiencia no será constructiva.4 Por eso si en un proceso terapéutico se genera esta desregulación, es prioritario regresar a un estado de regulación para que la experiencia sea constructiva. Y esta desregulación puede generarse ante una intervención que el consultante pueda percibir como amenazante, aunque no tenga esa intención. A pesar de que el contenido pudiera ser útil, no podrá ser escuchado, ni entendido, porque la angustia a ser dañado prevalece sobre la capacidad reflexiva y nuestra respuesta de cuidado y conexión como terapeutas debe prevalecer siempre para que el tratamiento sea benéfico.7
Esto no supone que no se deban abordar temas que amplíen la ventana de activación, solo cuidar que no sean sobrepasados y desregulen al consultante.9 La Teoría Focalizada en la Compasión hace un magistral manejo de esta regulación autonómica, aunque lo aborda con otros términos. Entraremos en este tema en el capítulo que trata de la empatía y la compasión. Veremos como la compasión dirigida hacia nuestra persona y el desarrollo de un Yo Observador Compasivo son herramientas indispensables en esta autorregulación.15
Las razones que nos llevan a sentirnos amenazados difieren mucho de un sujeto a otro, lo mismo que de un bebé a otro. Un bebé sin desintegración sensorial recuperará más rápidamente su estado de equilibrio, si sufre hambre al recibir alimento, mientras que otro con desintegración perceptual16 puede incluso no lograr percibir el pezón en la boca, por su desregulación funcional, y sentir que el medio no responde, encontrándose en un lugar de impotencia que aumentará su desregulación o disociación.17
Esto también puede ocurrir ante la negligencia del cuidador. Algunos bebés de casas cuna, en donde el contacto no era permitido, supuestamente para no desarrollar dependencia de las cuidadoras (increíble absurdo), llegaron a desarrollar marasmo, una condición en la que el bebé deja de ingerir alimento y de responder al medio hasta morir, planteando una paralización absoluta que se expresa en una patología severa.17 Y eso nos permite empezar a vislumbrar el complejo concepto de resiliencia.
Este concepto, tomado originalmente de la física, supone la capacidad de un material de recuperar su estado, o posición original, una vez que aquellas fuerzas que lo deformaron dejan de actuar.18 En psicología existen múltiples aproximaciones que estudian el efecto del estrés, así como la capacidad de recuperación ante el mismo, y es precisamente en esta capacidad de recuperación en donde se desarrolla el concepto de resiliencia en nuestro campo.
En los últimos años se ha planteado la necesidad de una aproximación interdisciplinaria para comprender el desarrollo de esta capacidad, entendiendo que influyen múltiples variables: genéticas, epigenéticas, de desarrollo, culturales, económicas y sociales.18 Si bien el desarrollo del concepto de resiliencia requeriría de un espacio exclusivo, en relación con nuestro tema de estudio, la activación autonómica, nos permite sostener la afirmación previa de que este nivel de activación y de recuperación del equilibrio obedece a múltiples variables, incluyendo las genéticas, epigenéticas y de desarrollo.
En posteriores capítulos, cuando abordemos el tema del cuidado, trabajaremos en torno a aspectos genéticos y epigenéticos que pueden determinar la respuesta posterior.19
Por ahora simplemente señalemos que la capacidad de recuperación del estrés depende de múltiples variables18 y que esta tolerancia al estrés tiene que ver directamente con esta capacidad de autorregulación autonómica.2
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