“Cada quien contamos nuestra historia desde la perspectiva en que pudimos entenderla y esa es la que cuenta. Es sobre esta experiencia vivida,
con los matices y colores que le hemos dado, sobre la que tenemos que trabajar para rescribirla y seguir adelante”.
En el anterior capítulo (blog) explicábamos que la emoción es una experiencia subjetiva, es decir, una respuesta global (corporal y mental) que cada uno elaboramos participando activamente.1 Esta respuesta se construye en función del interjuego entre nuestro aparato procesador y los sucesos vividos, dando como resultado una combinación, en que pueden tener distinto peso cada uno de los componentes.2 Este resultado además tiene un efecto de “bumerang”, pues modifica de regreso a nuestro cerebro, a los circuitos neuronales y por ende a la manera en que interpretamos la realidad.3
Lo que vivimos, y, sobre todo, el cómo lo entendemos, afectará necesariamente las expectativas ante nuevos sucesos y la manera en que los enfrentaremos. 4
El cerebro es un órgano que busca descifrar el sentido de lo que sucede y con el fin de ser más eficiente hace anticipaciones. Estas anticipaciones se basan en las interpretaciones previas, sean o no funcionales.5
En este capítulo ahondaremos en el por qué decimos que “la realidad es una construcción” y por qué no podemos pretender tener una apreciación objetiva de la misma.
Este planteamiento fue revolucionario en su momento y dio lugar a todo un movimiento filosófico: el deconstruccionismo.6 Esta propuesta estuvo más orientada hacia la posibilidad de cuestionar las estructuras de poder a nivel social, mismas que determinan nuestros valores culturales y la manera en que interpretamos la realidad.6
Estos cuestionamientos, de enorme trascendencia, rebasan nuestro objeto de estudio, pero señalan la relatividad de la objetividad y la diversidad de variables que influyen para nuestra interpretación de los hechos. Las variables sociales, culturales y las estructuras de poder son componentes innegables de nuestro aprendizaje y por ende de nuestras estructuras de significado.7
Este planteamiento, tan trascendente, se nombra tan sólo con el objeto de plantear las innumerables variables que intervienen para la construcción e inscripción neuronal de una experiencia. Dentro del tema que estamos desarrollando, “las emociones y la realidad como una construcción desde la perspectiva neurofuncional” podemos analizar, específicamente, el cómo se construye la percepción visual, como un ejemplo de lo que queremos poner sobre la mesa.8 Nuestra visión de ninguna manera es “una copia de la realidad” sino una reconstrucción de ésta. Se ha demostrado que, en la percepción visual, las cualidades del objeto se “dividen” generando una especie de “unidades” de información. Algunas de las células de la retina se encargan de procesar el movimiento, otras el color y otras la forma.8
El objeto percibido es “descompuesto” en sus cualidades y reconstruido en la corteza visual. Aún más allá: el estímulo visual, además, para poder procesado por nuestro sistema nervioso, es traducido a otro tipo de información (impulsos eléctricos y secreción de neurotransmisores). A tal grado la realidad es descompuesta por nuestro “aparato digestivo” perceptual para poder “entenderla”.9
Las células nerviosas encargadas de captar los estímulos visuales que se encuentran en nuestra retina (conos y bastones) detectan energía luminosa Esta información se traduce en energía eléctrica y en cambios bioquímicos que permiten la comunicación hacia las neuronas bipolares, descomponiéndose en miles de bits de información que pueden ser transmitidos en la red neuronal. Algunas de estas neuronas captarán la textura, otras la forma, otras el color, para llegar al núcleo geniculado lateral en el tálamo10,11 desde donde hace sinapsis con las neuronas de la corteza visual, en el lóbulo occipital para su procesamiento y la “reconstrucción” de la imagen visualizada anteriormente, asociándola además a memorias semejantes, con ayuda del hipocampo, lo que nos permite el reconocimiento del objeto. 12 Al mismo tiempo estos circuitos se conectan con el lóbulo temporal para el procesamiento lingüístico y con el lóbulo frontal, para su procesamiento abstracto, lo que nos permite estructurar un concepto.8
Imagen tomada de Carter1
Es decir, la información que percibimos depende de nuestra información previa y del adecuado funcionamiento de todos los componentes del proceso.13
Y estamos hablando solo de la información. La simple visión de un objeto es lo más lejano a un registro pasivo. Y esto no aplica sólo para la visión, sino para cualquier experiencia. Somos agentes activos. Nuestro cerebro es un “creador de sentido.”13 Participamos en cada momento y en cada una de nuestras experiencias tan activamente que incluso muchas veces nos adelantamos completando la imagen, el concepto, la idea, o la palabra que está por decirse.14 Nuestro cerebro es un órgano “interpretador””1. Es un “co-creador de una realidad mental” diferente a la realidad material concreta5, 6.
Generamos una “realidad subjetiva” en esta representación mental; representación que, aunque nos cueste creerlo, no es muy fiel al modelo original.
Autores como Maturana 6 o Derridá7 hablaron sobre la inexistencia de la objetividad. El mundo de allá fuera, y su representación, son realidades paralelas. La “realidad material” nos es inaccesible y sólo accedemos a su representación mental en la que nuestros esquemas de organización de la información participan activamente, deformando esta realidad de manera inevitable para poder procesarla. Entre más flexible sea un sistema procesador, más maduro, más evolucionado… tendrá más herramientas para representar esa “realidad subjetiva” de una manera más adecuada y menos egocéntrica, integrando puntos de vista alternativos.7, 8, 9. Cuando un suceso está fuertemente cargado de emoción, nuestra flexibilidad mental se ve más vulnerable.
No todos los momentos y situaciones contextuales tienen el mismo peso para procesar un suceso. La manera en que vivimos una experiencia depende del momento de la vida, de nuestros conocimientos previos, de nuestra historia, de nuestra madurez neurofuncional, de la emoción que acompaña a esta experiencia, etc. Un mismo suceso puede ser experimentado de manera muy distintas por dos sujetos que se encuentre en una “circunstancia aparentemente semejante”. Este concepto resulta central para nuestro tema de interés: la experiencia emocional.
La experiencia emocional constituye un constructo complejo coloreado por la participación de múltiples variables.15 Al final de cuentas, como decíamos al inicio del presente capítulo, lo que experimentamos, y no la “situación objetiva”, es lo que cuenta en relación con nuestra vivencia. Por ejemplo, si un pequeño deja de ver a su papá, con quien tiene una relación muy cercana, porque él tiene que irse a trabajar a otra ciudad, en búsqueda de mejores oportunidades para su familia, el niño o adolescente, según su edad y madurez, lo vivirá como un abandono, como una separación dolorosa pero necesaria, como consecuencia de su rivalidad hacia él o como una oportunidad interesante para la familia independientemente del hecho de que el padre lo haya decidido en función de brindarle una mejor calidad de vida.
El niño puede percibir, en esta pérdida, una ausencia de cariño hacia su persona, o una falta de valía personal, puede vivirlo como un castigo, o plagado de incertidumbre y añoranza, como una amenaza a su propio bienestar… o como una situación pasajera, dependiendo el momento del desarrollo, la duración del evento y la madurez neurofuncional para procesar la experiencia.15 Podríamos plantearnos la siguiente pregunta, en relación con el proceso de elaboración emocional:
¿Es necesario que la experiencia emocional haya ocurrido tal y cómo la recordamos?
O ¿Lo que realmente cuenta es la manera en que fue registrada esta experiencia
y es sobre este registro sobre lo que se tiene que trabajar?
En realidad, es la manera en que fue registrado el evento lo que finalmente cuenta para la experiencia emocional.16 La manera en que esta experiencia es interpretada es “la válida” y es desde ahí desde donde debe abordarse su elaboración, a pesar de que los argumentos racionales de otros espectadores del suceso pudieran dirigirse hacia otro lugar.
Dice Pessoa que las emociones se caracterizan por una activación global del cerebro, sobre todo en sus partes más centrales o mediales.1 Esta particularidad de la emoción le confiere su intensidad y su capacidad para influir en la experiencia (percepción, cognición, pensamiento, etc.) Es decir, la emoción puede impactar la manera en que un suceso es explicado, recordado o incluso interpretado. Emoción y cognición no son fenómenos excluyentes y están estrechamente relacionados.2
Es por eso por lo que en los relatos de rupturas entre parejas encontramos dos historias distintas, a veces sin ninguna coincidencia entre ambas versiones. Lo importante aquí no sería identificar “quien tiene razón” sino entender cómo fueron vividas estos sucesos por cada uno de los participantes y entender las heridas que reavivaron en cada uno y desde ahí poder curar y reparar los daños.17,18
Entre más maduro es un sistema emocional mejor tolera la frustración, mejor maneja el estrés y accede menos a la zona de sobreexcitación que generará una respuesta defensiva generalizada.19 De esta manera un sistema nervioso más estable y flexible tendrá un mejor manejo de la realidad porque podrá incluir otros puntos de vista sin generar una respuesta defensiva.20 Es decir, tendrá un mejor desarrollo del proceso de mentalización que le permitirá entender la existencia de la subjetividad de otros sujetos, es decir, la existencia de una vida mental y emocional en los otros que debe incluirse y considerarse junto a la propia.21
Para poder tolerar la inclusión de estas variables se requiere que la activación de nuestro sistema nervioso autónomo (simpático y parasimpático) no rebase los parámetros de activación óptima para no entrar en una respuesta de “lucha o huida” o de “congelamiento”, mismas que nos llevan a un manejo rígido de la experiencia por sentirnos en un riesgo vital que nos “requiere” una respuesta defensiva urgente.19,22 En el siguiente capítulo abordaremos el tema de la ventana de activación óptima, que explica las particularidades de nuestra activación autonómica (defensa o contacto) y como puede afectar a nuestro procesamiento emocional.23
Baste ahora con señalar que la historia que construimos, y la manera en que entendemos lo que nos ha sucedido, es sólo el registro y este registro depende de los lentes a través de los cuales esta experiencia se ha procesado. Pat Ogden10, una de las grandes estudiosas de la interconexión entre la experiencia traumática y la respuesta corporal, desarrolla la propuesta de la Teoría Polivagal dePorges 11, 12, 13, 14 que propone la existencia de una ventana de activación óptima. 19,24
Dentro de esta ventana de activación óptima no se estimularán nuestras respuestas defensivas y entonces es más fácil que nuestra percepción de la realidad coincida con la de la mayoría de los sujetos, pues no estaremos viviéndola como una amenaza vital o emocional. Dejaremos de lado, para más adelante, otras variables indispensables que explican nuestra interpretación de la realidad como son nuestra experiencia de apego y el proceso de mentalización.25 Estos temas se abordarán, también por su importancia central, en los capítulos relacionados al cuidado.26
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